De acuerdo con información de CONAF, en Chile en la temporada 1984-1985 ocurrían alrededor de 5.000 incendios forestales. En la temporada 2022-2023 se registraron casi 7.000. Desde el año 1985 hasta el año 2023 se han registrado 232.000 incendios forestales, con una superficie afectada de 3.000.000 ha. Asimismo, menos de 1% de los incendios que han ocurrido, han producido el 75 % de la superficie quemada. Esto último se explica porque durante la temporada existen algunos días en donde las condiciones atmosféricas son muy propicias para la propagación de los siniestros y además son muy adversas para su combate y control. Esto es materia muy sabida entre los expertos en el combate de los siniestros, ya sean de CONAF o de la empresas forestales, y en consecuencia se preparan para responder en forma efectiva cuando un incendio es reportado. Para ello cuentan con los recursos necesarios que deben estar a su disposición para lograr esa efectividad.
Si esos días de extremo peligro tienen en promedio parámetros, por ejemplo, en el valle central de la octava región, de temperaturas sobre 30º C, vientos sobre 30 Km/hora, y humedad relativa bajo 30% (30,30,30), la mala noticia es que en los últimos siete años se han registrados dos episodios en esa zona con temperaturas sobre 41ºC, el año 2017 y 2023, temporada en donde se han registrado dos megaincendios, y la superficie afectada esas dos temporadas suman alrededor de 900.000 ha.
Es difícil encontrar en las estadísticas del último siglo estas condiciones de temperaturas extremas en esa zona, y mucho más difícil que se repitan en seis años. Una explicación pudiera atribuirse al cambio climático, en cuyo caso ¿sería dable suponer eventos de esta naturaleza con mayor frecuencia en el transcurso de los próximos años?, muy probablemente la respuesta es que sí. Entonces cabe preguntarse ¿estamos preparados para enfrentar estos megaincendios? En primer lugar, desde el punto de vista de la ocurrencia, claramente no. Se registran muchos incendios cada año. Para prevenirlos, ¿sabemos cuál es el origen de esos 7.000 incendios que en promedio han ocurrido en el último quinquenio? ¿Son investigadas las causas de ellos? Esto último es muy necesario para poder prevenir la ocurrencia.
En otro ámbito, en los incendios además del invaluable daño que le producen al medioambiente, resultan dañadas plantaciones forestales destinadas a la producción de materias primas necesarias para la fabricación de papeles, maderas, textiles, que son consumidas por la población en forma masiva. La silvicultura es una actividad productiva de muy largo plazo. Los silvicultores que se dedican al cultivo de árboles para fines comerciales realizan una inversión que les genera ingresos recién cuando ellos son cosechados, lo que ocurre en promedio luego de 12 años de cultivo para los eucaliptos, y de 23 años para los pinos. Los megaincendios han hecho subir las primas de los seguros en un 400% luego de 2023, y ya se alerta que si ocurre otro megaincendio ya nadie aseguraría plantaciones forestales en Chile. ¿Entonces quien tendría la valentía de incursionar en la silvicultura con semejantes riesgos? En Chile existe una ley que obliga a quien coseche árboles, a replantar esa superficie. En los últimos años prácticamente se planta solamente lo que se cosecha, cosa que hace una década no era así, ya que muchos silvicultores adicionaban a su patrimonio nuevas plantaciones.
Pero para ser positivos, debemos tener en consideración que los bosques tienen una rentabilidad social, muchas veces invisibilizada, cual es que ellos capturan el carbono presente en el CO2 del aire, protegen los suelos de la erosión, protegen la vida silvestre y regulan el ciclo del agua, entre otras externalidades positivas. Entonces el Estado debiera tener presente esto para proteger los bosques que aún nos quedan, y para generar los incentivos adecuados que permitan que esta actividad forestal pueda seguir teniendo la relevancia que ha tenido en las últimas décadas.
Quizás lo más urgente es prepararse para los megaincendios, ya que ello es la amenaza mayor que está presente en la actualidad, destinando los recursos que sean necesarios para ello, lo que debe incluir el aumento de recursos, tanto humanos como materiales. Se puede sugerir además algunas cosas en esta materia, cual es el aumentar significativamente las penas para los delitos de incendio, aumentar en forma significativa los recursos para el combate y especialmente el combate nocturno (durante la noche las condiciones atmosféricas son las más propicias para el control de los incendios de magnitud), incorporar las aeronaves, helicópteros, de las FFAA al apoyo del combate (con una muy baja inversión se pueden equipar con helibaldes y helitankers) y en la evacuación de la población rural en riesgo. En fin, hay mucho por hacer y lo bueno es que los expertos tienen muy claro ello. Ojalá las autoridades sean receptivas y los escuchen.
Presidente Regional Biobío
Colegio de Ingenieros Forestales de Chile